lunes, 19 de octubre de 2009

Tengo que detenerme.

No podía controlar mis sentidos; debía hacerlo. No era muy racional estar practicándome "cirugía" en plena clase de Literatura.

Mis compañeros me miraron, aterrados. "Está loca" escuché cuchichear a una de ellos. Entonces con toda la fuerza que fui posible emití un rugido desde mi pecho, sonó algo distorsionado debido al gimoteo, pero éste hizo retroceder a la joven de tal manera que lo disfruté. Ella estaba aterrada, yo la había asustado, no había manera de sentirme más poderosa, ¿o sí? Miré el cuchillo que sostenía en mi mano - áquel que había abierto profundas heridas a lo largo de mis brazos -, y no lo pensé más de dos veces; me arrojé sobre ella.

La sangre emanaba de su cuello a borbotones, era cálida.

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